La loca del patio

La loca del patio

Hay una loca jugando en el patio central de mi casa. Se metió durante una noche fría de verano y no he logrado que salga desde entonces. Su risa resuena entre los pasillos de mi desolada estructura, pasillos que han sido enyesados, pintados y repintados cada vez que una tormenta se cuela por el traga luz, devorando y destruyendo cualquier progreso que logro hacer. Mi casa es caótica, turbia y confusa a ratos, tiene juguetes de mi infancia regados por el suelo de los corredores del ala este. Y prendas de personas que amé colgadas entre las lámparas. En los días malos, mi casa es insoportable y mi único refugio al mismo tiempo. En los días buenos, un paraíso de libros apilados y álbumes que pudieron o no sonar entre los últimos recuerdos de mi padre.  

La loca del patio me desorienta, me alienta a pasar noches en vela y luego, con inocencia en los ojos, me dice “lo siento”. La loca del patio tiene miedo a encariñarse conmigo, pero la verdad es que, sin querer, sin ganas, sin esforzarse, la loca del patio se me ha metido debajo de la piel y entre mis habitaciones. No las conoce todas, pero poco a poco va abriendo nuevas. La he intentado sacar muchas veces, pero se niega a marcharse. Me persigue por los corredores y me acosa en la cocina, me muestra cómo se baila a las 2 de la madrugada y me acaricia el rostro como si fuera lo más bonito que ha visto en su vida.  

Mi loca del patio no sabe hablar en voz baja, su presencia es un huracán, un terremoto, un diluvio que me inunda, me destroza y reúne al mismo tiempo. Vagabundea por los recovecos que no quiero que conozca, y se cuela por las hendiduras de las persianas que he bajado a propósito. La casa ahora tiene luz y fugaces momentos de felicidad a las 3 de la madrugada.  

Un día mi loca se irá, dejará sus vestidos en los percheros y sus zapatos en la puerta de entrada. Me traerá juguetes de su infancia para que la conozca y al final se marchará sin ellos. Volverá a oler a quemado, como cada vez que mi pobre casa es desahuciada, dejada atrás. Pero como siempre, vendrán bomberos, albañiles, arquitectos. Y la casa tendrá vigas nuevas, columnas y pilares que ella no reconocerá. Será una casa nueva, con colores diferentes en las paredes y grietas cubiertas con macilla. El olor será otro, la luz entrará diferente, y mi loca no deambulará más en el patio.

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